“El niñ@ que se concentra es inmensamente feliz”, decía María Montessori, médico y educadora que inspiró el método Montessori en la educación de l@s niñ@s. ¿Qué habrá detrás de esta frase? ¿Qué hace que concentrarse aporte a la felicidad?
Probablemente cada uno de nosotros hemos vivido la experiencia de estar totalmente concentrados, poniendo toda nuestra energía en algo. En ese momento disfrutamos de una tranquilidad interna, ausencia de preocupaciones, se clarifica el pensamiento, somos más productivos.
Si observamos con detención a l@s niñ@s, podemos darnos cuenta que naturalmente, incluso aquellos aparentemente más “distraídos”, gozan de algunos espacios, tal vez en medio de sus juegos favoritos, en que se concentran totalmente. Ahí es cuando brillan con toda su luz. En ese momento acceden a este recurso ¡que está en ellos! y experimentan el gozo que produce.
En otros espacios importantes para su desarrollo a veces, su concentración escasea, y esto no solo afecta su aprendizaje cognitivo, sino que tiene un impacto emocional ya que suele ir acompañado por llamadas de atención y retos que van instalando creencias limitantes en l@s niñ@s y que los acompañarán en su edad adulta.
Daniel Goleman, psicólogo e investigador de la inteligencia emocional, dice: “La práctica de la atención es como un músculo. Si no lo utilizamos, se debilita. Si lo utilizamos, se fortalece”. Las experiencias vividas donde se logra la concentración, irán fortaleciendo las conexiones neuronales que, en base a la repetición, generan nuevos hábitos. Y como regalo extra, también se fortalece la autoestima.
Todo aquello que apoye vivir estas experiencias será de gran ayuda, partiendo por un ambiente tranquilo, cuidar las relaciones, y observar a cada niñ@ en aquello que puede ayudarle más a hacer crecer este espacio de concentración y felicidad.